jueves, 11 de abril de 2013

IFIGENIAS: EURÍPIDES Y RACINE (6).
 
9.-  IFIGENIA EN LA HISTORIA DEL ARTE.
                   Como nos informa Carlos García Gual en la introducción a su traducción, Nevio compuso una Ifigenia, y Lucrecio alude al tema en su De rerum natura(I 94 y ss.). Y se inspiraron en Eurípides para tratar tragedias con esta protagonista Rotrou, Leclerc y Coras, aunque la más lograda es, como hemos podido ver, la compuesta por Racine en 1674. Erasmo de Rótterdam la tradujo al latín en 1524 y Schiller al alemán en 1790. No mucho después haría lo propio, aunque esta vez al inglés, el gran poeta romántico Samuel T. Coleridge(63). De todas formas, para un detallado repaso a la influencia general que Eurípides ha tenido a lo largo de la historia de la literatura puede verse en la introducción que a ese apartado le dedica José Alsina Clota en la edición que ya hemos citado. (64)
                   Tampoco la historia del arte ha permanecido ajena al personaje de Ifigenia. Conocemos las referencias al pintor Timante de Sición, que pintó la escena del “Sacrificio de Ifigenia”, tan imitada luego, hacia el 400 a.C. Algunos escritores antiguos elogian el acierto de pintar la escena del padre cubriéndose el rostro, como Cicerón (Or XXII 74), Plinio (H.N. XXXV 10, 73), Quintiliano (II 13) y Valerio Máximo (IV 8,12). Entre los frescos de Pompeya podemos apreciar una bellísima pintura que reproduce el sacrificio de Ifigenia, en ella aparecen todos los elementos que hemos ido citando: unos soldados cargan con Ifigenia y la llevan al sacrificio mientras su padre oculta su rostro en el extremo izquierdo de la imagen, todo ello observado por Ártemis y con una ¿deidad? que trae en una nube la cierva que ocupará el lugar de la hija de Agamenón. (65) Otro fresco pompeyano se inspira en Ifigenia en Táuride, y en ella se ve a Orestes, Pílades e Ifigenia. Por cierto que no son esos los únicos frescos hallados en la ciudad sepultada por el Vesubio que se inspiran en Eurípides, lo que de nuevo vuelve a ser una prueba fehaciente de su éxito posterior, dado que conservamos igualmente un episodio de su Andrómaca, concretamente la muerte de Neoptólemo a manos de Orestes. (il. P. 328).(66)
                   La escultura no le iba a la zaga a la pintura en cuanto al tratamiento de temas legendarios, y de ahí que conservemos, al menos que yo haya podido conocer, dos relieves sobre Ifigenia: el primero de ellos es el denominado Ifigenia y Orestes, Conservado en el Museo Nacional de Sens. El segundo es el que se conoce como Ifigenia en Táuride, que puede contemplarse en el Museo Nacional de Budapest.(67) Posiblemente tampoco sea ajeno al tema que tratamos el mundo de los frisos, pues, como comenta J.H.Pollit, en el periodo helenístico surge la práctica de diseccionar “episodios concretos y limitados de una historia en etapas sucesivas y repetir sus personajes varias veces en un espacio figurativo continuo, para crear de esta forma una especie de instantáneas, por así decirlo, cada una de las cuales tiene su propia unidad de tiempo y espacio, pero que has de ser considerados en conjunto para que su significado se entienda completamente.[...] El elemento característico de estos cuencos es su decoración en relieve con escenas que ilustran episodios de la épica y el teatro griegos. Existen unos sesenta, y la mayoría de ellos, si no todos, proceden de Beocia. Algo más de la mitad de os que se conservan llevan escenas de la Ilíada y de la Odisea, y de los Grandes poemas perdidos del “ciclo épico”. El resto muestra escenas de las obras de los grandes dramaturgos griegos, Eurípides en la mayoría de los casos.” (68)
                   En el mundo antiguo podemos contemplar, así mismo, una urna etrusca que tiene a Ifigenia en la parte superior, a modo de tapa y en lo que es propiamente la urana de piedra, hay esculpidas diferentes figuras. También podemos encontrarnos con una hermosa pintura realizada en un ánfora, en la que puede apreciarse a dos soldados cargando con Ifigenia –motivo que acabamos de ver hace un momento- aunque se hace un poco extraño ese detalle desde el punto de vista de la obra de Eurípides, que también hemos comentado a propósito del fresco pompeyano al que hemos aludido antes. En cambio no lo es en absoluto desde el punto de vista de Sófocles, Esquilo y de Eurípides en su Electra, como ya indicamos en otro lugar, puesto que de esa manera se explica que los soldados la tengan que llevar al altar del sacrificio, donde efectivamente morirá, y es presumible que no aceptaría ese destino con la misma entereza con la que lo hace la protagonista de la tragedia euripídea. Y terminamos el repaso por el mundo antiguo con un cratera en la que puede apreciarse perfectamente el recurrente tema del sacrificio de Ifigenia, con el sacerdote – o tal vez Agamenón – la daga en la mano, presta a caer sobre el cuello de la inocente víctima.
                   Saliéndonos del mundo antiguo, en concreto en el Renacimiento, el tema se repetirá con alguna frecuencia, como lo prueba el friso conservado en el Museo Capodimonte, que al igual que el resto de las representaciones a las que vamos a aludir, pueden verse en el apartado de Anexos. Pero también en un número no pequeño de cuadros que nos han llegado, en todas las épocas de la historia del arte. En general se puede apreciar que suelen centrarse en dos temas: el  del sacrificio, y el reconocimiento de Ifigenia y Orestes, y ello no puede extrañarnos si consideramos que eran los momentos cumbres en su dramatismo, repectivamente, en la Ifigenia en Áulide y en Ifigenia entre los tauros. Todo ello podemos apreciarlo perfectamente en obras como las de Mercantonio Raimondi o Antonio Tempesta.
 
                   En el Barroco, entre otras muchas, podemos disfrutar de un plato de hermosos colores en el que , pese al título, Ifigenia no aparece por ninguna parte y, sin embargo, se han introducido un par de motivo visuales distintos a los que estábamos acostumbrados: por un lado al fondo de la escena aparece un barco de guerra, no que no deja de ser consecuente con la imagen que tiene lugar en primer término, desde el momento que el sacrificio se origina en la falta de viento que hace que la armada helena no pueda partir de Áulide. Por otro lado, tras la pira sacrificial hay una especie de poste sobre la que puede apreciarse una serpiente enroscada. La explicación en este caso ya es más complicada desde el momento que ese animal podría tener que ver con Apolo, mas no con Ártemis, que afin de cuentas es la diosa agraviada en toda esta historia.

                   Con posterioridad no son pocas las representaciones pictóricas que representan a Ifigenia, sea a través de los grabados sobre la heroína ilustrando ediciones de obras de Racine, que aparecen a mediados del siglo XVIII, y que realmente ya están ofreciéndonos otro tipo de pintura y de gustos, bastante diferentes a los que podían estar vigentes entre los contemporáneos del propio Racine. Están más en sintonía esos cuadros con las imágenes que podían verse como telones de fondo de las óperas que hemos citado antes, producto de esa especie de “fiebre de Ifigenia” a la que aludíamos páginas atrás, y en las grandes fiestas cortesanas, donde no podían faltar las representaciones teatrales, muchas de las cuales, ya lo hemos indicado igualmente, tenían una impoertnate lectura simbólica, puesto que hacían referencia a hechos históricos, políticos y sociales del momento en que tienen lugar. Entre las que he podido localizar se encuentra la que tal vez sea una de las más famosas representaciones de este motivo: la pintura de Giambattista Tiépolo.
                   En lo que al tema de Ifigenia se refiere, es preciso señalar a pie seguido, que en no pocas ilustraciones del sacrificio de Agamenón a la diosa Ártemis puede contemplarse los mismos motivos que acabamos de referir para el caso de Abraham e Isaac, lo que podría señalarse, más que como prueba de la estrecha afinidad entre las dos historias mítico-legendarias, innegable por otra parte, del evidente parentesco con el que los pintores reflejan un tema muy similar y que, en último término, también servía para configurar un imaginario popular y divulgarlo en función de unos intereses catecumenales, en el caso del sacrificio bíblico, o de un determiando encargo por parte de algún noble deseoso de aumentar su mayor o menor pinacoteca, que solían estar compuestas en gran medida, como sabemos por diversas fuentes, por cuadros con temas mitológicos e históricos, amén de los consabidos retratos de los miembros de alguna familia importante.
                   Como indicábamos antes, el tema del encuentro de Orestes e Ifigenia en Táuride iba a dar su juego, pues no en vano era una posibilidad para los artistas de demostrar sus facultades a la hora de expresar los sentimientos de los personajes en una escena intensamente dramática, además de poder hacer un buen trabajo sobre el cuerpo masculino desnudo, que es como se presenta en la mayoría de las ocasiones al hijo de Agamenón. Podemos mencionar, dentro del siglo XVIII dos ejemplos: Ifigenia reconoce a Agamenón y Pílades de Benjamín West, en lo que supone una cierta novedad, pues generalmente se nos presenta exclusivamente a los dos hermanos. El otro ejemplo puede ser la Presentación de Orestes y Pílades ante Ifigenia, de Joseph Strutt.
                   No deja de ser curioso, por otra parte, el cruce de motivos e historias en el transcurso de la literatura, terreno proclive de por sí a la mezcla de temas y personajes. En el caso que nos ocupa en esta ocasión hay que señalar que tuvo un cierto éxito la historia de Ifigenia y Cimón, que nada tiene que ver con nuestra joven heroína, sino que procede de una de las novelitas del Decamerón de Boccaccio. Para ser más exacto, fue desarrollada esa trama por el poeta y dramaturgo John Dryden y tuvo su eco en el mundo pictórico en, al menos, tres pintores: Benjamín West (1773), John Everett Millais (1848) y el famoso prerrafaelista Frederick Leighton (1848). En el tan repetido apartado de anexos incluimos tanto el cuadro del primero com el del segundo, de esa forma es posible comparar los resultados artísticos que a partir de un tema común pueden llegar a tener diferentes artistas. Ese factor de comparación se puede llevar a cabo, como es lógico, e incluso yo diría que deseable, con varios de los cuadros que reproducimos en los anexos que el lectro puede hallar al final de este trabajo.
 
                   Aunque quizá uno de los más hermosos testimonios sea la imagen del pintor ruso Valentin A. Serov, titulada Ifigenia entre los tauros, en el que puede verse a una joven en cuclillas junto al mar, con la mirada –imaginamos, puesto que está oculto su rostro al contemplador- perdida en el horizonte de un mar que le ha supuesto tantas cosas: la falsa promesa de matrimonio con Aquiles, su padre ofreciéndola en sacrificio a Ártemis, la ignorancia de sus hermanos y madre, de todas las pérfidas intenciones de los caudillos argivos, su actual dedicación al templo de esa misma diosa, con los horrendos sacrificios humanos que tanto odia. No es extraño que semejante peso de recuerdos se arremolinen en su mente y le hagan penar y repasar amargamente una vida que no merece la pena..
                   En un ambiente más esterotipado, con un vestido más ostentoso, pero también con la mirada puesta en un lugar que nosotros no podemos ver, si bien en este caso se encuentra de perfil, podemos contemplar a la Ifigenia del pintor alemán de época clasicista Wilhlem Auberbach. En una buena página de internet se menciona la existencia de un cartel publicitario o algo parecido con el motivo de Ifigenia en la Universidad de Chicago, pero lo cierto es que  no funciona la conexión a esa página, de manera que no tengo idea de su valor artístico.(69) Existe una página de internet con fotos de la que creo última representación de la obra de Ifigenia, al menos que haya podido descubrir, y que se tuvo lugar en Francia a finales del año pasado. Y no conviene olvidar, para demostrar la vigencia actual del tema que nos viene ocupando en estas páginas, que X. Llabande ha realizado un cómic a partir de la obra de Eurípides (éditions Cinquième Couche, Bruxelles). Existe un artículo que estudia ese cómic y que reproduce alguna de sus estupendas ilustraciones y a él nos remitimos para quien desee ampliar la información sobre ese particular.(70)

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